viernes, 27 de septiembre de 2013

5º Capítulo


                                                **5º Capítulo**                                                  

" Calle Flascer". Estas palabras impresas en el papel no tienen ningun significado en mi mente. "Calle Flascer". Es increible cómo te puedes perder en un pueblo tan insignificante como este.  Vivo aquí desde que yo recuerde y no sé dónde está el hospital. La calles no son lo mío. No tengo más remedio que preguntarle a la primera persona que pase.
Decido aleatoriamente. Una chica joven de pelo corto. "Tiene cara de saberlo, aunque se parece un poco a mí" pienso con sarcasmo:
- Perdona, ¿sabes donde está el hospital, de la Calle Flascer?- La digo, corriendo detras de ella para alcanzarla.
- Si.- Me dedica una fascinante sonrisa.- Al lado del parque Coral, enfrente de una casa granate.
- Gracias.- Respondo intentando no parecer más desconcertada de lo que estoy.
Mientras que la veo marchar pienso si lo habrá hecho a propósito. Sospecho que no lo sabía y se quería librar de mí. Asique decido seguir caminando. Una voz resuena en mi cabeza ''¿A donde vas, tonta?''.
- A donde me lleven los pies.- Le respondo a la nada. Que mal estoy, madre mía. Igual me tengo que quedar con mi padre en el hospital para que me hagan una revisión. Si esque lo encuentro.
Obligo a mis adormiladas piernas caminar unas manzanas más. No me entretengo mucho mirando el paisaje. La maldita casa granate seguro que aparece en cuando me descuide un poco.
No tengo que avanzar mucho más para encontrarla. Después de observarla un poco me doy cuenta de una cosa: más fea la pobre, no puede ser.
Dirijo la mirada a la otra acera y, por fin, mis ojos verdes se topan con el odioso hospital. Aunque ni rastro de el cartel con ''Calle Flascer''. La persona que haya puesto aquí el hospital no pensó en personas como yo.
Entro y las puertas mecánicas me habren paso a un paisaje de gente con escayolas, camillas resvalando de un pasillo a otro, médicos estresados con carpetas que corren de puerta en puerta y niños que lloran. Nunca seré médico. No sobreviviría en un sitio como este.
Voy al mostrador para pregunar por la habitación de mi padre. Una mujer mayor a la que parece gustarle tan poco como a mí el hospital me recibe al otro lado del cristal.
- ¿Buscas a alguien?- Ninguna mueca o expresión se dibuja en su cara.
- Rafa Martini.
Doy golpecitos con los dedos en la mesita con los dedos mientras la señora comprueba en el ordenador el paradero de mi padre. Algo tira de mi camiseta.
- Toma.- Un niño de unos cuatro años me ofrece una piruleta de corazón. Con lo que me apetecía a mi una. Este niño a leido mis pensamientos...
- Gracias, peque.- Le hago cosquillas en la barriga.- Recuerdame que te debo una para la próxima vez que nos veamos.
Me sonríe y se va corriendo a donde su madre, que le espera en la entrada. Que mono, y a la vez que raro. Un carraspeo me saca de mis pensamientos.
- Habitación 86, segunda planta.
En cuanto lo oigo salgo corriendo.
-¡Denada!- Me grita, esperando que le agradezca el haber buscado la habitación de mi padre.
No me molesto en darselas. No me gusta que me saquen de mis pensamientos. ''Estaba feliz en mi mundo sin idiotas como tú'' la respondo en mi mente, con un poco de humor. Me limito a subir las escaleras corriendo. Lo máximo que me permiten las piernas.
Miro los números de las puertas mientras corro y las leo en voz baja
- 89... 88...87...- Esquivo una camilla a ultima hora y entro de golpe en la habitación de mi padre.
- La gente normal llama antes de entrar, ¿Esto es lo que te he enseñado yo?- Es mi padre el que habla. Hago como que no he oído que me ha llamado maleducada:
- La gente normal dice ''hola'' cuando ve a alguien.- Sonrío con indiferencia.
- Hola, Emma. ¿Ves? Lo mío tiene arreglo.- Me mira imitando estar decepcionado con mi acción anterior.
Me siento en su camilla cuando veo que se aparta lentamente para dejarme sitio.
- ¿Como te encuentras?
- No te voy a mentir. Cada vez me siento peor. Cada vez me cuesta más abrir los ojos.- Y no miente. Se le notan las ojeras. Y la voz... tan débil...
- ¿Qué te ha dicho el médico?
- La vala me ha llegado a el estómago. Ha dicho que he perdido mucha sangre.
Hace una pausa después de seguir. Mira hacia otro lado intentando buscar las palabras exactas. Sabe que lo que va a decir a continuación no me va a gustar:
- Te diré la verdad. Nosé si voy a salir de aqui, Emma. No losé. Ya eres mayor para entenderlo.
Le cojo la mano y se la aprieto fuerte.
- No papa, Como que me llamo Emma Martini que tu no te vas. Tienes que volver a casa. Con mama y Nicky.- Una lágrima asoma por mis ojos, haciendo que me quebre la voz y que lo que estoy diciendo no suene muy creíble.- Vas a volver.
- Emma...
En ese momento me mira la mano. Su rostro cambia completamente de expresión. Su rostro se ensombrece, y los ojos, que antes mostraban tristeza y desesperación se tornan alarmantes. Me abre la palma de la mano y la observa con detenimiento.
- Papa... ¿qué pasa...?
- ¡Emma! ¿Cuando ha sido?- Me aprieta cada vez más la mano. Su voz es firme, ya no tan quebrada.
- Nose... no me acuerdo...- Me estoy agobiando y con tantas emociones juntas no puedo ni pensar ni hablar.
- ¡Emma!¡Piensa!
- La mañana que viniste al hospital. ¿Que pasa?
- ¡Cuida de Nicky y de mamá!. Estais en peligro. ¡Emma! Esto es muy serio.
Le miro desconcertada mientras observo como repite todo el rato ''mierda, mierda, mierda...''.
- No me asustes papá...
- Tienes que escucharme... Hay alguien que te podría ayudar... Pero tienes que estar segura de que es esa persona... Podría ser cualquiera.
- Papá, no entiendo nada.
- Escucha. Hay una historia que tiene todas las respuestas. Encontrarla es lo que tendrás que hacer. Esa persona de la que te hablo te ayudará.
-Vale papá.- En realidad no entiendo nada. Se estará volviendo loco con todas las medicaciones que le suministran. Decido llevarle la corriente.
- Recuérdalo, no puedes confiar en nadie. En nadie. Busca a la persona adecuada cuanto antes. Corre. Te explicara esto.- Y cerrandome el puño, me hace un gesto para que me vaya.
- Te quiero papá.
- Y yo, Nicky. Recuerda. El más cercano puede ser el enemigo, y solo una cosa te ayudará a controlarte.

Oído esto salgo. Está más mal de lo que pensaba. La verdad es que no he entendido absolutamente nada. Pero no le quiero llevar la contraria. ¿Que estamos en peligro?¿Porqué será que esto me suena? La carta.
Hay algo en todo esto que se me escapa no se porqué.
Estoy a punto de salir cuando recuerdo una cosa. ¿Que es eso de "solo una cosa te ayudará a controlarte"? ¿Debería volver? Sí, será lo mejor. Así podrá explicarme todo de nuevo.
Subo a la segunda planta, cuando me doy cuenta de que algo no va bien. Un médico corre hasta el final del pasillo, con una carpeta. Después de él va otro. Se oyen gritos de ayuda desde alguna parte. Me empiezo a poner algo nerviosa. Otros dos médicos se dirijen hacia donde han ido los dos anteriores. Dos palabras hacen que algo se desate en mi interior.
''Rafa Martini".
Una alarma explota en mi interior. Mi corazón acelera. Los latidos que desprenden se vuelven cada vez más continuos. A la vez que mis pasos. Que cada vez se aceleran más. Hata el punto de correr como una loca hasta la habitación en la que espero encontrar a mi padre diciendome ''Emma, ¿cuantas veces te voy a tener que repetir que se llama antes de entar?'' con su humor habitual. En cambio, en cuanto me asomo a la puerta, veo a tres médicos al rededor de mi padre, ahora con los ojos cerrados. El cuarto, está anotando algo en sus hojas.
Y un leve pero significativo sonido hace que todas mis esperanzas se desomoronen hasta quedar pisoteadas en el brillante suelo del hospital. Un pitido. Un sonido que significa tantas cosas. El final de tantas cosas. El final de la vida de mi padre junto a la mía.


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