viernes, 27 de septiembre de 2013

5º Capítulo


                                                **5º Capítulo**                                                  

" Calle Flascer". Estas palabras impresas en el papel no tienen ningun significado en mi mente. "Calle Flascer". Es increible cómo te puedes perder en un pueblo tan insignificante como este.  Vivo aquí desde que yo recuerde y no sé dónde está el hospital. La calles no son lo mío. No tengo más remedio que preguntarle a la primera persona que pase.
Decido aleatoriamente. Una chica joven de pelo corto. "Tiene cara de saberlo, aunque se parece un poco a mí" pienso con sarcasmo:
- Perdona, ¿sabes donde está el hospital, de la Calle Flascer?- La digo, corriendo detras de ella para alcanzarla.
- Si.- Me dedica una fascinante sonrisa.- Al lado del parque Coral, enfrente de una casa granate.
- Gracias.- Respondo intentando no parecer más desconcertada de lo que estoy.
Mientras que la veo marchar pienso si lo habrá hecho a propósito. Sospecho que no lo sabía y se quería librar de mí. Asique decido seguir caminando. Una voz resuena en mi cabeza ''¿A donde vas, tonta?''.
- A donde me lleven los pies.- Le respondo a la nada. Que mal estoy, madre mía. Igual me tengo que quedar con mi padre en el hospital para que me hagan una revisión. Si esque lo encuentro.
Obligo a mis adormiladas piernas caminar unas manzanas más. No me entretengo mucho mirando el paisaje. La maldita casa granate seguro que aparece en cuando me descuide un poco.
No tengo que avanzar mucho más para encontrarla. Después de observarla un poco me doy cuenta de una cosa: más fea la pobre, no puede ser.
Dirijo la mirada a la otra acera y, por fin, mis ojos verdes se topan con el odioso hospital. Aunque ni rastro de el cartel con ''Calle Flascer''. La persona que haya puesto aquí el hospital no pensó en personas como yo.
Entro y las puertas mecánicas me habren paso a un paisaje de gente con escayolas, camillas resvalando de un pasillo a otro, médicos estresados con carpetas que corren de puerta en puerta y niños que lloran. Nunca seré médico. No sobreviviría en un sitio como este.
Voy al mostrador para pregunar por la habitación de mi padre. Una mujer mayor a la que parece gustarle tan poco como a mí el hospital me recibe al otro lado del cristal.
- ¿Buscas a alguien?- Ninguna mueca o expresión se dibuja en su cara.
- Rafa Martini.
Doy golpecitos con los dedos en la mesita con los dedos mientras la señora comprueba en el ordenador el paradero de mi padre. Algo tira de mi camiseta.
- Toma.- Un niño de unos cuatro años me ofrece una piruleta de corazón. Con lo que me apetecía a mi una. Este niño a leido mis pensamientos...
- Gracias, peque.- Le hago cosquillas en la barriga.- Recuerdame que te debo una para la próxima vez que nos veamos.
Me sonríe y se va corriendo a donde su madre, que le espera en la entrada. Que mono, y a la vez que raro. Un carraspeo me saca de mis pensamientos.
- Habitación 86, segunda planta.
En cuanto lo oigo salgo corriendo.
-¡Denada!- Me grita, esperando que le agradezca el haber buscado la habitación de mi padre.
No me molesto en darselas. No me gusta que me saquen de mis pensamientos. ''Estaba feliz en mi mundo sin idiotas como tú'' la respondo en mi mente, con un poco de humor. Me limito a subir las escaleras corriendo. Lo máximo que me permiten las piernas.
Miro los números de las puertas mientras corro y las leo en voz baja
- 89... 88...87...- Esquivo una camilla a ultima hora y entro de golpe en la habitación de mi padre.
- La gente normal llama antes de entrar, ¿Esto es lo que te he enseñado yo?- Es mi padre el que habla. Hago como que no he oído que me ha llamado maleducada:
- La gente normal dice ''hola'' cuando ve a alguien.- Sonrío con indiferencia.
- Hola, Emma. ¿Ves? Lo mío tiene arreglo.- Me mira imitando estar decepcionado con mi acción anterior.
Me siento en su camilla cuando veo que se aparta lentamente para dejarme sitio.
- ¿Como te encuentras?
- No te voy a mentir. Cada vez me siento peor. Cada vez me cuesta más abrir los ojos.- Y no miente. Se le notan las ojeras. Y la voz... tan débil...
- ¿Qué te ha dicho el médico?
- La vala me ha llegado a el estómago. Ha dicho que he perdido mucha sangre.
Hace una pausa después de seguir. Mira hacia otro lado intentando buscar las palabras exactas. Sabe que lo que va a decir a continuación no me va a gustar:
- Te diré la verdad. Nosé si voy a salir de aqui, Emma. No losé. Ya eres mayor para entenderlo.
Le cojo la mano y se la aprieto fuerte.
- No papa, Como que me llamo Emma Martini que tu no te vas. Tienes que volver a casa. Con mama y Nicky.- Una lágrima asoma por mis ojos, haciendo que me quebre la voz y que lo que estoy diciendo no suene muy creíble.- Vas a volver.
- Emma...
En ese momento me mira la mano. Su rostro cambia completamente de expresión. Su rostro se ensombrece, y los ojos, que antes mostraban tristeza y desesperación se tornan alarmantes. Me abre la palma de la mano y la observa con detenimiento.
- Papa... ¿qué pasa...?
- ¡Emma! ¿Cuando ha sido?- Me aprieta cada vez más la mano. Su voz es firme, ya no tan quebrada.
- Nose... no me acuerdo...- Me estoy agobiando y con tantas emociones juntas no puedo ni pensar ni hablar.
- ¡Emma!¡Piensa!
- La mañana que viniste al hospital. ¿Que pasa?
- ¡Cuida de Nicky y de mamá!. Estais en peligro. ¡Emma! Esto es muy serio.
Le miro desconcertada mientras observo como repite todo el rato ''mierda, mierda, mierda...''.
- No me asustes papá...
- Tienes que escucharme... Hay alguien que te podría ayudar... Pero tienes que estar segura de que es esa persona... Podría ser cualquiera.
- Papá, no entiendo nada.
- Escucha. Hay una historia que tiene todas las respuestas. Encontrarla es lo que tendrás que hacer. Esa persona de la que te hablo te ayudará.
-Vale papá.- En realidad no entiendo nada. Se estará volviendo loco con todas las medicaciones que le suministran. Decido llevarle la corriente.
- Recuérdalo, no puedes confiar en nadie. En nadie. Busca a la persona adecuada cuanto antes. Corre. Te explicara esto.- Y cerrandome el puño, me hace un gesto para que me vaya.
- Te quiero papá.
- Y yo, Nicky. Recuerda. El más cercano puede ser el enemigo, y solo una cosa te ayudará a controlarte.

Oído esto salgo. Está más mal de lo que pensaba. La verdad es que no he entendido absolutamente nada. Pero no le quiero llevar la contraria. ¿Que estamos en peligro?¿Porqué será que esto me suena? La carta.
Hay algo en todo esto que se me escapa no se porqué.
Estoy a punto de salir cuando recuerdo una cosa. ¿Que es eso de "solo una cosa te ayudará a controlarte"? ¿Debería volver? Sí, será lo mejor. Así podrá explicarme todo de nuevo.
Subo a la segunda planta, cuando me doy cuenta de que algo no va bien. Un médico corre hasta el final del pasillo, con una carpeta. Después de él va otro. Se oyen gritos de ayuda desde alguna parte. Me empiezo a poner algo nerviosa. Otros dos médicos se dirijen hacia donde han ido los dos anteriores. Dos palabras hacen que algo se desate en mi interior.
''Rafa Martini".
Una alarma explota en mi interior. Mi corazón acelera. Los latidos que desprenden se vuelven cada vez más continuos. A la vez que mis pasos. Que cada vez se aceleran más. Hata el punto de correr como una loca hasta la habitación en la que espero encontrar a mi padre diciendome ''Emma, ¿cuantas veces te voy a tener que repetir que se llama antes de entar?'' con su humor habitual. En cambio, en cuanto me asomo a la puerta, veo a tres médicos al rededor de mi padre, ahora con los ojos cerrados. El cuarto, está anotando algo en sus hojas.
Y un leve pero significativo sonido hace que todas mis esperanzas se desomoronen hasta quedar pisoteadas en el brillante suelo del hospital. Un pitido. Un sonido que significa tantas cosas. El final de tantas cosas. El final de la vida de mi padre junto a la mía.


lunes, 23 de septiembre de 2013

4º Capítulo


**4º Capítulo**



Y aquí estoy yo. Embobada mirando la puerta entreabierta. Como si nada existiera. Mirando a la nada. Sin pensar en nada. Otra vez de vuelta a mi mundo.
Mejor me decido ya. La abro o no. Podría huir. Evitar los problemas. Es lo que siempre hago. Mi madre y mi hermana descubirían si hay algo extraño ahí dentro o no. O podría entrar. Enfrentarme a ello. Me decanto por esa idea.
Dejo mis temores a un lado y abro la puerta. Todo a primera vista parece normal. Todo está en su desorden habitual. Pero algo en mi armario llama poderosamente mi atención. Hay una especie de nota colgada en la puerta de roble de mi armario. Sujetada por nada. Haciendo caso omiso a la gravedad. ''Muuuuuy bien. Yo no me atrevo a entrar por una simple nota y encima la carta esta colgando del armario mediante... nada.'' pienso. ¿Me estaré volbiendo loca? El rayo que ahora se extiende por todo el dedo hasta llegar a la palma de la mano y ahora esto. Muy lógico todo. ¿Porqué me pasa esto a mi? Igual es eso, me estoy volbiendo loca.
Decido preparar la comida, comer e irme a dormir directamente.
Demasiadas cosas en un solo día. Preparo los espaguetis y las chuletas y llamo a Nicky para comer. No hablamos nada en toda la comida. El ruido de la tele y el zumbido de una mosca de fondo. Nada más. Casi silencio absoluto. Como si estuvieramos mudas y nuestras cuerdas vocales no puedieran pronunciar nada. Como si de un funeral se tratase. Ni si quiera un alago de lo mucho que le gustan mis espaguetis, como siempre. Debe de estar tan afectada como yo por lo de papá...
Me meto en la cama sin ni siquiera quitarme la ropa. Estoy demasiado cansada, demasiado agotada. Física y mentalmente. Desearía olvidarme de todo. Volver a empezar. Hacer una vida nueva. Olvidarme de este dia. Eliminarlo de mi mente y volver a vivir el día de ayer. Me encuentro muy confusa. Poco a poco los párpados me pesan más. Tan solo el sonido de mi respiración es audible para mí en estos momentos. Cierro los ojos completamente y me sumerjo en el mundo de los sueños. En el mundo en el que todo es posible. En el que mi padre pasea de mi mano, limpia, sin marcas. En el que mi padre pasea con una Emma sin preocupaciones. Pero ese sueño se convierte en algo oscuro, que me envuelbe y me hace desaparecer...
A la mañana siguiente me levanto hecha un nudo entre las sábanas. He tenido una pesadilla. Alguien me repetía algo. Lo cual no logro recordar. Algo escalofríante.
Ultimamente nada es normal asique no le doy mucha importancia. ¡La nota! Con tanta tontería se me ha olvidado leerla. Lo que me planteo ahora es si soy capaz. No me hace mucha emoción austarme. ¿Pero que puedo perder? Coloco la mano sobre ella y no ocurre nada. Más bien ocurre lo que tendría que haber ocurrido desde el principio. Se cae al suelo. Sobre el papel aparecen letras. Letras legibles, las cuales antes no estaban. Han aparecido nada más posar el dedo sobre el papel...
Lo recojo hábilmente y me dispongo a leerlo:


Emma, tú no me conoces. 
Ni necesitas hacerlo. 
Alguien está en peligro.
Ningún lugar es seguro.
Solo recuerda una cosa:
no confíes en nadie.
En nadie.

Pero lo peor no es eso. Lo peor es la última frase.

Tu padre no ha sido el último.

¿Qué? ¿Como que mi padre no ha sido el último? Todo es muy desconcertante... La nota... ¿De quien es? ¿Porque me escribe? ¿Que está pasando? Muchas preguntas y ni una sola respuesta. Típico. ¿Porqué siempre es así? ¿Porqué la vida se empeña en ponermelo todo más dificil? Claro, porque me odia. Es como si yo estubiera a parte de el resto de adolescentes y me tuviera reservado todas las cosas mas desconcertantes y confusas.
Y como muchas otras veces he hecho, decido apartarme de todo. Dejar atrás los problemas que me depara la vida y seguir adelante. Guardo la nota en un cajón, y al momento que separo mi mano de ella, las letras desaparecen. Sí, me estoy volbiendo loca, definitivamente. 
Antes de tirarme toda la mañana aburrida en el sofá prefiero ir a ver a mi padre. Me apetece tanto verle... Le hecho de menos. Aunque solo he pasado sin verle un día, ya le hecho de menos. Pero no es solo por eso... Hay algo más... Algo en la nota me resulta familiar. 
No consigo recordar el qué.
Y quizá él sepa algo.






Hace tiempo que no subo capítulos. Losé. Pero ya he vuelto. Quería decir que me he planteado el dejar la novela por varias críticas que he recibido y porque no recibo mucho apollo. Sospecho que ya nadie lee mi novela. 
Por si alguien lee esto, quería decir que me lo comenteis y que el siguiente capítulo puede que os sorprenda...


martes, 3 de septiembre de 2013

3º Capítulo


***Capítulo 3***


  Corro las cortinas para que las extrañas huellas negras no queden al descubierto. Listo. Salgo de mi habitación y me encuentro con Nicky esperandome en la puerta de la entrada, jugueteando con su móbil. Cuando me ve, se lo guarda en el bolsillo de su chamarra gris. No se despega de ella.
-Nicky, ¿has cogido la toalla para quitarte la nieve de la cara?- Le amenazo.
Ella no puede evitar reirse.
-Supongo que sigues pensando que tienes alguna oportunidad contra mí- dice con un aire de superioridad, mientras abre la puerta de la entrada y se dispone a salir. - Si es así, lo llevas clarinete.
Soy yo la que se ríe.
-No solo lo pienso. Estoy segura de ello. Es más, si quieres te espero a que vayas a por la toalla.
-Venga, dejémonos de tonterias. Vamos. ¿Has cerrado todas las puertas?
-Sí. - le respondo después de cerrar la puerta marrón que lleva a mi habitación. Ese lugar en el que paso la mayor parte del día.
  Las dos salimos al pasillo de fuera que lleva a las escaleras. Mi madre se ha ido después de desayunar a trabajar. Trabaja en un supermercado que abre las 24h del día, es la que se encarga de todo. Por eso muchas veces se tiene que quedar por las noches. Cuando éramos pequeñas, practicamente no venía por las noches y por eso, era mi padre el que estaba con nosotras, nos preparaba la cena, nos leía un cuento para dormir y nos arropaba en la cama. Ese es el motivo por el que me siento más unida a mi padre que a mi madre, a pesar de que a ella también la quiero mucho. Una madre es una madre.
  Justo antes de cerrar la puerta de casa oigo un ladrido en el interior. Y luego otro. ¡Ron!. Me olvidaba de el. Vuelbo a entrar y cojo la correa que cuelga de un perchero al lado de los abrigos y doy un fuerte silvido metiendome el dedo índice y el pulgar en la boca. Espero aque venga y le pongo la negra correa de cuero alrededor de el suave pelage blanco que cubre su cuello. Le acaricio por encima del ocico y por debajo del cuello.
- Casi me olvido de tí, Ron.- Le acaricio la tripa al ver que se pone boca arriba con las patas estiradas. Como adoro a este perro.
- ¿Crees que podrás perdonarme?.
Me responde poniendose depié y dando un fuerte ladrido.
- Bien, pues ya estamos listos- interviene Nicky.
  Bajamos corriendo más que andando las escaleras que nos separan de la libertad. Cuando llego abajo me miro en el espejo de la entrada. Me coloco bien el goro y me pongo mi largo flequillo con una ralla al lado, dejando al decubierto mis ojos verdes. Por fin puedo ver algo. Abro la puerta que da a la calle. Vuelbo a notar la frescura del invierno. Es lo mismo que he sentido cuando he abierto la única ventana de mi habitación, es por lo que amo el invierno.
  Cuando doy un paso en la blanca calzada empieza a nevar. Una nieve fina y suave que, cuando levanto la mano con la palma hacia arriba, los copos se derriten en mi mano, refrescandola. Observo como Ron corre con la lengua fuera y con la cola agitada, hacia la nieve y se rebuelca en el suelo. Girando sobre su cuerpo. Da la sensación de que no nota el frío, aunque claro, es un husky, nació para el frío.
  Camino un rato junto a mi hermana y mi fiel compañero observando el paisaje. En el pueblo en el que vivimos no hay mucho que ver. Está situado en la costa de Valencia. Apenas tiene unos 10.500 habitantes, aunque la mayoría son jovenes. Cómo no, estando al lado del mar, me tuve que aficcionar al surf. Lo llevo haciendo desde que tenia unos cuatro o cinco años. A esa edad me subí por primera vez a una tabla de surf. Vivo para esto. Amo el surf. Cuesta creer que solo tenga una tabla. Aunque sea un poco vieja es insustituible para mí, a pesar de que mi madre se ha querido deshacer de ella en muchas ocasiones.
  No creo que pudiera hacer otra cosa que no sea el surf. Aparte de dibujar. La sensación de libertad que te transmite la tabla cuando atraviesas las olas, es especial. No lo cambiaría por nada. Algo me golpea por detrás. Saltan las alarmas en mi interior. Me doy la vuelta y veo a mi hermana con una bola de nieve en la mano que ha remplazado a la que ahora está estampada en mi espalda. La miro y me sonríe satisfecha. La señalo con mi mano cubierta por un guante de cuero.
- Pagarás-sonrío.
  La persigo por el parque hasta que recivo, nuevamente un golpe causado por un niño de unos 12 años que me ha tirado una bola de nieve. Sospecho que él y mi hermana estaban compinchados. Otros cuantos niños se unen a él y me empiezan a aporrearme a bolas de nieve. Uno de ellos logra darme en la cara. Me quito la nieve torpemente después de esconderme detrás de un árbol. ''Lo lamentarán'', pienso mientras sonrío. Me dejo caer en la fría nieve, arrastrando la espalda por la gruesa corteza del gigantesco árbol. Me aparto el flequillo mientras veo cómo mi hermana llega corriendo y agachada detrás de unos setos hasta donde yo estoy seguida de unos niños.
- ¿Qué es todo esto? No sé que demonios les he hecho a esos mocosos.- Digo, enfurruñada.
- He quedado con ellos para hacer una guerra de nieve.- Dice cruzando los brazos.- Estos vienen con nosotras.- Dice señalando al grupo de niños que estan detras de ella. Hay tres chicas y cinco chicos. Todos de doce a catorce años. Se les ve concentrados, no asustados o nerviosos por lo que el otro equipo pueda estar preparando.- Asique, ¿te apuntas o vuelbes a tu aburrimiento de habitación?
-Mmm,- me rasco la barbilla haciéndoles creer que estoy pensando. En realidad estoy ansiosa por repartir bolas de nieve a esos críos.- De acuerdo. Me consta que sin mí no haríais nada. No quiero dejar sin protección a unos pequeñajos. Luego pasa lo que pasa.- Les sonrío con indiferencia. Me levanto mientras veo como me sacan la lengua y se ríen y me sacudo la nieve de mis pantorrillas y mis pantalones.
  Trazamos un plan y nos dirijimos al centro de la plaza, donde se supone que iba a ser la guerra de nieve. En una milésima de segundo una docena de niños y niñas asoman sus caras de entre unos matorrales, y lo que antes era un parque en el que los jubilados pasaban su tiempo libre dando de comer a las palomas y los niños jugaban al escondite después de salir del colegio, se convierte rápidamente en un escenario de bolas de nieve volando y quedando estampadas en las caras de los eufóricos niños y gritos de diversión.
  ¿Hace cuánto no me lo pasaba tan bien? Quién iba a decir que una aburrida mañana de sábado se iba a convertir en el mejor día del invierno gracias a unos críos a los que les saco más de dos años. Una bola de nieve alcanza mi cabeza quitandome el gorro de lana que llevaba puesto. He bajado la guardia un segundo y ya me la han jugado. Nota mental: estar siempre alerta. Me pongo de cuclillas rápidamente para esquivar cualquier prollectil de nieve que pudiera venir hacia mi. Giro la cabeza en todas direcciones, buscando con la mirada mi preciado gorro de lana. Al fin lo diviso a unos cuantos metros de el lugar en el que me encuentro yo sentada. Me levanto ágilmente, recorro la distancia que me separa del, ahora congelado gorro, y lo cojo con mis entumecidos dedos. Los guantes no calientan mucho, asique me los quito. Me lo coloco bien, en el sitio en el que estaba antes de salir disparado y me acaricio el flequillo poniendomelo bien. Pongo las manos en forma de cuenco, me tapo la boca con ellas y soplo, haciéndomelas entrar en calor. Giro sobre mis talones y cuando me dispongo a volber a la batalla que se ha formado, en el único parque del pueblo, algo me agarra de la desnuda mano. Dirijo la mirada a lo que me tiene sujeta y me encuentro con la mirada vacia de una mujer mayor. Parece que el tiempo la ha pasado factura. Tiene el pelo cubierto de canas. Hasta el más fino cabello es blanco. Con el paso de los años la espalda le ha adoptado una forma curvada y su rostro esta plagado de arrugas cual olas en una playa de la costa.
  En un instante su mirada adopta una expresión de alarma, me aprieta con mas fuerza la mano, después de examinarmela se va agitando sus desaliñadas ropas semejantes a banderas ondeando al viento, se aleja hasta sentarse en un banco cercano. Mete la mano en un bolsillo desgastado y deshilachado y saca un papel blanco con maravillosos bordados en cada extremo. Llama la atención que una señora con semejantes atuendos tenga un pañuelo tan bonito como ese. En él hay unos granos amarillos que coje y lanza al aire, que después caen esparcidos en el suelo.
  En un momento, una bandada de palomas y gorriones llegan al festín.
  Nada me parece extraño hasta que llega algo que me hace retroceder. Una paloma. Ya la he visto antes. Sus ojos blancos e inexpresivos la delatan. Me da un vuelco al corazón al comprobar que es la misma paloma que esta mañana a entrado en mi habitación y ha dejado sus huellas grabadas en el marco de la ventana. Levanto la mano y observo detenidamente la especie de rayo negro que tengo marcada en la llema del dedo índice. Sí, para mi desconsuelo sigue en el mismo sitio. La señora... Me lo ha agarrado justo en el lugar del rayo. No me ha gustado nada. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo de una manera muy extraña. una cosa es segura. No es a causa del frío.
  Vuelbo al campo de batalla. Cuando me empiezo a marear decido que ya es hora de regresar a casa. Hago caso omiso a todos los preyectiles de nieve que van a parar a mi chamarra y llego dando tumbos hasta donde esta Nicky.
- Venga, nos vamos a casa. -Le digo, agarrandole del brazo y tirando de ella.
- No, todavía no. -Me suplica, un tanto abrumada por la fuerza con la que le he cojido del brazo- Estamos a punto de ganarles. ¿No querrás que perdamos?.
- Lo único que quiero en estos momentos es no caerme al suelo. La cabeza me da vueltas. La guerra de nieve me trae sin cuidado. - Le vuelbo a agarrar, esta vez un poco más suave aunque con firmeza- ¿No creeras que no va a nebar más? - le digo, imitando el tono sarcástico que ha adoptado ella en su anterior pregunta.
  Me llevo el dedo índice y el pulgar a la boca, formando un círculo y silbo todo lo fuerte que mis pulmones me permiten. Y vuelbo a marearme. Ron no tarda mucho en venir. Sortea varios arbustos agitando su suave melena blanca al viento.
 Cruzo la calle agarrada ahora, por el congelado brazo de mi hermana y empujada por el insistente Ron, que no cesa de pedir caricias. Atravesamos un par de manzanas en las mismas condiciones hasta llegar a nuestro hogar. Es una casa bastante grande, con la fachada cubierta de blanco, con tonos grisáceos. Está formada por tres pisos. Y sí, nosotros teníamos que vivir en el tercero.Un cerco negro, cubierto de enredaderas rodea nuestra casa, protegiendonos de cualquier intruso. Me llevo la mano al bolsillo y saco un puñado de llaves. Tras varios intentos, consigo dar con la adecuada, y, cómo no, en vez de tirar, empujo. Me tengo que plantear el ponerme un cartel con la orden ''tirar''. Atravieso el jardín con paso seguro, observando las preciadas flores de mi madre que hay a cada lado del pedregoso camino.
- Bueno, Nicky. Vamos a cambiarnos y ya preparo yo la comida. Vete a descansar si quieres. Aunque no te acostumbres mucho ¿eh?- Le giño el ojo y ella sonríe, antes de ir corriendo al salón y dejarse caer en el mullido sofá.
  Mi habitación, está al lado de la puerta de la entrada. Dejo caer las llaves al suelo justo cuando las iba a colgar en su armario, al lado de la puerta de mi habitación. Me quedo con los ojos abiertos, como platos, y sin una mínima capacidad de mover un solo musculo. Empiezo a recordar lo que hize antes de salir da casa. Estoy segura de que cerré la entrada a mi habitación. Pero, en cambio, se me ponen los pelos de punta al comprobar que alguien a estado en mi habitación, y se ha dejado la puerta abierta.



Espero que no os halla decepcionado.
Si quereis decidme lo que penseis mediante los comentarios y yo os responderé, lo mejor que pueda, por correo. No pregunteis porqué, pero no me deja responderos en ''comentarios''. Si, yo también he pensado en tirar el ordenador por la ventana. Cada cosa a su tiempo. jaj