viernes, 23 de agosto de 2013

2º Capitulo



*** capítulo 2 ***


Hay días malos y días buenos. Hoy es realmente un mal día. Aunque no puedes pretender que todos los días te salgan redondos. Nada en esta vida es tan fácil como querer que algo no suceda, y que no lo haga. Pero tampoco es muy emocionante, por decirlo así, que disparen a alguien de tu familia. Alguien que significa tanto para ti...
  Llego a mi habitación. Le echo un vistazo rápido. No esta ordenada, ni mucho menos. La cama esta sin hacer y todos los objetos de mi mesilla están o caídos o en sitios que no deberían estar. Una Torre Effiel en miniatura, que conseguí agenciarme, -porque era para mi hermana- de París, esta tumbada junto a un gran número de cosas, encima de una pila de libros, probablemente de cuando estaba en primaria. Seguramente valla con el despertador a la basura. Es algo que tendré que hacer cuando tenga algo de tiempo; ordenar la habitación. Aunque tampoco me hace mucha ilusión. En una esquina tengo un cesto donde echo la ropa sucia. Da la sensación de que toda mi ropa este allí. Pero en fin... Otra de las muchas cosas que tengo que hacer...
  Las paredes, cubiertas de blanco, están decoradas con preciosos y abundantes cuadros. Todos tienen su sitio en la pared, siguen un orden, un patrón para colocarlos. Cada marco adorna cada cuadro a la perfección. Son cuadros que hice yo de pequeña, cuando iba a un taller de arte con mi mejor amiga al lado del colegio. Me lo pasaba muy bien con ella, aunque la mitad del tiempo terminábamos con las manos llenas de acuarelas, que luego nos esparcíamos la una a la otra por nuestras sucesivas caras. Noto una punzada en el corazón al recordar con quién fui, a la tienda ''street art'' para elegir un marco para mis cuadros. Con mi padre. Si la pasara algo... No. No puedo pensar eso. ''Todo saldrá bien'' me repito. Aunque algo en mi interior me dice que no será así.
  Decido vestirme para salir. Ya es hora. No quiero hacer esperar a mi hermana.
Mi armario es un completo desastre. Es de extrañar porque la mayoría de mi ropa esta en el cesto de la colada, pero aún así me las arreglo para tener el armario desordenado. Tengo un don. Solo se me ocurre eso.
  Ordeno la ropa que queda en mi armario como puedo: las camisetas, los pantalones largos, los cortos, la ropa interior... Tofo colocado perfectamente doblado encima lo uno de lo otro, tal y como me enseñó mi madre. Cuando termino me quedo satisfecha de mi trabajo.
  He pasado varios días sin doblar las camisetas y demás prendas. Simplemente, me las quitaba y las tiraba al fondo del armario. Mi es un alivio que mi madre no halla entrado a mi habitación durante estos días de desorden. Sonrío. Se pondría a gritar como una loca. Es lo que siempre hace.
  Escojo una camiseta cualquiera y me pongo un jersey que me regalo mi abuela encima. Es el pasatiempo de todas las ''viejeciitas'', aunque no les guste que las llamen así; hacer punto. Todos los jerseys que tengo me los ha hecho mi abuela. Teje verdaderamente bien, con unos detalles maravillosos. Hubo una vez en la que intentó enseñarme a ejercer su hobi, aunque he de admitir que lo mio es dibujar y hacer surf, no tejer. Estuvimos un par de horas intentado meterme la idea en la cabeza, hasta que mi abuela se dio por vencida.
  Después de ponermelo cojo unos leggins térmicos. Hace mucho frío, menos cuatro grados. Cojo un par de calcetines gordos, y unos guantes, gordos también, cómo no. Finalmente cojo la chamarra forrada con piel por dentro, y los zapatos. Me lo abrocho todo bien y ya estoy lista para salir. ¡Casi se me olvida! Voy a otro armario y me pongo una bufanda y unas orejeras, también hechas por mi abuela.
  Me dirijo a la ventana y la abro. Un aire gélido pero reconfortante inunda mi habitación al instante. Estaba empezando a sudar con tanta camiseta y abrigo. Noto como se me empieza a congelar la punta de la nariz. Me la froto un poco con los dedos hasta que vuelve a su temperatura adecuada. Adoro el frío. No puedo soportar el calor y la humedad que trae consigo el verano. No entiendo porqué a la gente le guste tanto el verano. Es agobiante. Esa es la palabra. Agobiante.
  Hecho un vistazo rápido al paisaje antes de ir a por mi hermana. Desde mi casa se ve la plaza del pueblo, antes cubierta por la hojarasca de el otoño y ahora por una capa de gruesa nieve a causa del invierno. Observo como unos niños hacen un muñeco de nieve. Les está quedando realmente bien. Justo cuando le van a poner la zanahoria a modo de nariz, una niña montada en un trineo de nieve se estampa contra el casi acabado muñeco. Empiezo a reírme. Ha sido una buena parada. Otros dos niños se tiran en trineo por una rampa cubierta de nieve, esta vez sin ningún muñeco que les impida el descenso.
  Como les envidio. No tienen que preocuparse por nada. Solo por salir ahí y pasárselo bien. Jugar, divertirse. No tienen ninguna clase de presión, ni nada por lo que sentirse estresados. Ojalá yo fuera como ellos. Ojalá pudiera salir ahí y pasármelo igual de bien que ellos. Con ellos. Pero hay que aceptar que el tiempo pasa para todos. Lo quieras o no. Yo hubiera preferido no crecer. ¿Porqué no? Ser una niña sin preocupaciones para siempre. Daría cualquier cosa...
- ¡Emma! Creía que no te ibas a perder la guerra de nieve. Tendré que ir sin ti- Nicky me saca de mis pensamientos. Se me había olvidado la guerra de nieve. Puede que al final sí que me lo pase como una niña. Aunque sea por un momento.
  Justo cuando me dispongo a cerrar la ventana una paloma negra como la misma oscuridad se posa en el marco de la ventana, al lado de las flores que la decoran. Dirijo la mirada hacia ella y un escalofrío recorre mi cuerpo desde los dedos de los pies hasta mi pelo da la nuca. Sus ojos, completamente blancos, están fijos en mí. De pronto empieza a graznar. Es un sonido espantoso. Si hubiera algún vaso en mi habitación ya estaría hecho añicos. Da la sensación de que es un aviso. Una alarma.
  La paloma calla de repente, y tras dar una vuelta por mi habitación y tirar la lámpara de mi mesilla de roble, sale disparada por la ventana, que tras su marcha, se cierra de golpe.
  Debo reconocer que me he asustado un poco. Nunca había visto una paloma negra como la que acabo de ver. No es normal. Todo a mi alrededor empieza a dar vueltas, a girar, como si estuviera en un tiovivo que gira cada vez mas rápido, con más intensidad. Respiro. De el miedo se me había olvidado respirar. Todavía estoy un poco rígida por lo que acabo de ver, y al estirarme me mareo un poco. Me ha mirado con sus ojos blancos, faltos de expresividad, de una forma que no me ha gustado nada. En ese momento, el mismo escalofrío que ha recorrido mi cuerpo en el momento en el que la paloma me ha dirigido la mirada, vuelve a sacudir todas y cada una de mis extremidades, haciendo que todo el vello se me ponga de punta.
  Me acerco a la ventana y compruebo que en el mismo sitio que ha estado la extraña paloma, han quedado grabadas las formas de sus huellas. Me armo de valor y me aproximo más, dispuesta a tocar esas marcas negras, como su creadora. Mantengo el dedo índice apoyado hasta que me abrasa la huella dactilar. Lo aparto rápidamente cuando mi cara dibuja una mueca de dolor, y suelto un debil grito. Quema. Quema mucho. Me llevo el dedo a la boca tratando de aliviar el dolor que me ha causado esa extraña huella. Después de unos segundos le hecho un vistazo. Tengo el dedo al rojo vivo y, cuando lo rozo con el pulgar, un dolor abrasador recorre la zona quemada. Pero lo peor no es eso. Justo en el medio, una grieta negra cruza la yema de mi dedo, en forma de rayo.
  Todo esto es muy raro, ¿estaré soñando?. Sería lo más lógico, aunque compruebo, aterrorizada, que no es así, cuando noto el fuerte pellizco que me he dado en el brazo para comprobar que estaba despierte y toda esta historia no es fruto de mis sueños. De mis pesadillas, más bien. Todo esto me da mala espina. Me da la sensación como que esto no me esta pasando a mi. Como que todo esto es una película y yo la que está sentada en el sofá viéndola, como muchas veces he hecho con mi familia en las tardes en invierno. Pero aquí estoy, en mi habitación, aún de piedra, viendo como un rayo negro me atraviesa el dedo, fruto de unas huellas abrasadoras, dejadas por una paloma negra azabache con unos intimidantes ojos blancos cual la nieve que cubre mi pueblo, en pleno diciembre.

1º Capítulo


***Capítulo 1***

  ¡¡RIIIING!! Me sobresalto. Maldito despertador. ¿A quién demonios se le ocurriría inventar un cacharro así?. El mundo sería mucho mas feliz sin ellos. Sin despertadores. Estoy segura. Todo sería mas sencillo sin ningún horario u hora a la que levantarse. No habría ningún problema por llegar tarde a clase y poner la típica escusa de ''Lo siento, me he dormido''. ¡RIIIING! Sigue sonando. Me pregunto por qué sigue todavía en mi mesilla, apoyado en la pared blanca que cubre mi habitación, y todavía no se me a ocurrido tirarlo por la ventana. Seria fácil. Solo tendría que mover el brazo y lanzarlo. La gravedad haría el resto. Sería fácil, sí. Aunque el castigo de mi madre y un nuevo despertador me lo llevaría sí o sí. Mi cara adormecida esboza una sonrisa. Mi madre es muy cabezota y no pararía hasta que yo cediera a comprar un nuevo despertador. Uno nuevo y más pesado, para que la historia no se volviera a repetir.
  Giro sobre mi cuerpo y acabo hecha un nudo con mi pijama. ¿Por qué cuando yo giro, mi pijama no gira conmigo?. Nunca lo entenderé. Deberían dejarse de tonterías de móviles nuevos y plantearse como solucionar este problema. Aunque la verdad, es que yo ya estoy acostumbrada.
  Consigo liberarme de mi atadura, dejo la mano colgando fuera de la cama y agarro una zapatilla. Meto la mano en la zapatilla, de modo que parece un pie. Me encantan estas zapatillas. Son rojas. Nada más, rojas. Me las regalo mi padre. Siempre he jugado con el cuando yo era pequeña, y la verdad es que hacíamos buena pareja en los juegos. Tiene un sentido del humor especial, que te hace reír diga lo que diga. No hay muchos como él, pienso yo. Es moreno, con unos ojos oscuros que no se parecen a cualquier otro. Aunque siempre me hace unos regalos absurdos, pero la verdad es que he acabado cogiendoles cariño. Parte de ese aprecio que las tengo es porque son de piel por dentro, y eso en invierno viene que ni pintado. La levanto con la mano y la estampo contra el despertador, poniendo fin a su canturreo.
  Silencio. Al fin.
  Me quedo un rato, adormecida en la cama. Después de unos diez minutos medio dormida algo húmedo roza mi pie. Es Ron. Nuestro husky. Mi padre nos lo regalo el verano pasado. Tras tantas suplicas al fin accedió a comprarlo. Ahora me sigue a todas partes, y le tengo mucho aprecio. Me siento en el borde de la cama, y acaricio con una mano la colcha. Espero dos minutos y me levanto. Tengo algunos problemas; si me levanto rápido o con brusquedad, la cabeza me da vueltas. No es nada agradable. Me he llegado a desmayar tres o cuatro veces. Una vez, me levante corriendo para ir a desayunar. Cuando llegué a la cocina me dolía horriblemente la cabeza, y todo a mi alrededor daba vueltas, era semejante a estar dentro de una lavadora. Y acabé desmayándome. Mi hermana y mi madre me llevaron hasta mi habitación, y, después de unos cinco minutos, me desperté. Lo primero que vislumbré fue la cara de preocupación de mi madre, que no me dejó salir de casa en todo el día.
  Camino hacia el pasillo. Cualquiera que me hubiera visto en estos momentos habría jurado que era sonámbula. Mi pelo castaño se enreda alrededor de mi cara, tapando así mis ojos verdosos. Suelen decir que tengo unos ojos bonitos, pero yo no les veo la belleza. Aunque para gustos, los colores. Me peino con los dedos, y me lo aparto de la cara, dejando mi tez al descubierto, al fin.
  Me dirijo a la habitación de mi hermana. Preferiría dormir en su habitación. Está cubierta de un papel color violeta, que termina en una cabecera perfectamente adornada. El colchón, de un material de la mejor calidad, es de los mejores que he probado, y esta cubierto por unas sábanas conjuntadas con el color de la pared. En la mesilla, colocada a un lado de la cama, guarda todo tipo de recuerdos de las ciudades a las que hemos ido; Roma, París, Nueva York, Venecia... Todo en su habitación es perfecto. Tampoco es que sienta mucha envidia, por supuesto que la suya es mucho mejor, pero no soy de esas personas que quieren todo. Cuando se cambió de habitación le compraron todo lo que quiso porque en ese momento teníamos una buena situación económica. No es que ahora no la tengamos, pero la de antes era superior.
  Antes dormíamos en la misma habitación. Por las noches ella se metía en mi cama y nos contábamos todo lo que habíamos hecho durante el día. También intentábamos nuestras propias historias. No estaba nada mal. Cuando mi madre venia y nos pillaba jugando la mandaba a su cama. Ahí era donde se acababa el juego. Pero pronto solucionamos eso. Las ultimas noches antes de cambiarse de habitación, estuvimos poniendo un oso gigante que gane en la feria del pueblo en su cama, para que pareciera que era ella. Era muy gracioso. Apenas podíamos contener la risa cuando mi madre llegaba y no se daba cuenta de que ella estaba en mi cama.
  Nos parecemos mucho. Nos lo suelen decir. Las dos somos castañas con ojos verdes, pero yo le saco dos años. Ella tiene catorce, y yo dieciséis. Es una pequeñaja, pero es mí pequeñaja. No nos podíamos parecer en todo. Ademas ella siempre consigue lo que se propone. Ami me da igual, nada es importante, hay que vivir cada día como si fuera el último, lo demás no importa.
  Abro la puerta con cuidado para que no se percate de mi presencia. Le levanto la sábana a la altura de los pies, dejandoselos al descubierto. Bien, no se ha despertado. Continuo con mi plan malvado. Me río en silencio, mientras le rozo la yema del dedo contra la su talón, recorriendo así todo el pie. Se empieza a mover. Paso al pie derecho y sigo Haciéndole cosquillas. Ya se despierta. Es hora del toque final. Me lanzo encima de ella y empiezo a hacerle cosquillas donde mas le fastidia: en la tripa. Mi padre me lo hacia a mi cuando era pequeña. Y cuando ella creció nos lo hacia a las dos mientras le suplicábamos que parara ''Papa, por favor. Jajaja para, que tengo pis'', le rogábamos a mi padre.
  Mi hermana, Nicky, no puede parar de reirse. Justo lo que quería.
- Emma, para- suelta una larga carcajada- para, por favor- y vuelve a reirse. Me encanta su risa, es de esas que si la oyes, te empiezas a reír tu también. No hay muchas como la suya. Yo no me suelo reír con muchas personas. Solo con las que merece la pena gastar el tiempo. Mi hermana es una de esas personas. La quiero.
- Si quieres que me pare, me tendrás que dar algo a cambio.
- Me estas intentando chantajear- dice forcejeando.
- Mas bien estoy intentando llevarme la mitad de tu desayuno, a cambio de dejarte con vida- la digo haciéndole aún mas cosquillas.- Si, puede que te este chantajeando, pequeñaja.
- No me llames así.
- Vale,- sonrío- Pequeñaja.
  Le hago todas las cosquillas posibles hasta que acabo con las manos doloridas. Las sacudo unas cuantas veces mientras le digo:
-¿Que? ¿Ya has decidido aceptar mi ''chantaje''?  ¿O quieres que continue torturandote?- Le amenazo poniendo las manos en forma de garra.
- Te doy una de mis seis oreos.
- No me conformo- Me inclino un poco hacia ella, sonriente.
- ¡Dos! ¡Te doy dos!.- Exclama cojiendo la almohada intentando alejarme con ella.
- Tres y hago como que no he notado ese golpe que me acabas de dar con la almohada. Eso incrementaria con creces el numero de cosquillas.- Le giño un ojo. Nos lo pasamos genial juntas.
  Ella se encoge de hombros.
- Como desees. Tres, ni una mas ni una menos.
- Me esta empezando a apetecer una mas....- Digo con suficiencia.
- ¡Tres!- Me vuelve a dar con la almohada mientras se ríe al ver como exagero el golpe, parpadeando varias veces.
- Lávate esa cara de zombi que llevas. No vaya a ser que asustes a Daniel.- Me burlo de ella. Se conocen desde preescolar. Yo creo que son algo mas que mejores amigos. Van juntos a todas partes y no se separan para nada. Aunque no se acercan lo suficiente como para que la típica señora que va por la calle diga ''que asco de juventud, en mis tiempos esto no era así''. Siempre tienen esa frasecita guardada, para lo que sea. No puedo soportarlas. No se dan cuenta de que ellas también fueron niñas en alguna etapa de su vida.
- Calla tonta- Me empieza a preocupar que se empiece a acostumbrar a darme con la almohada, porque lo vuelve a hacer.
  Observo como se dirije, con paso ligero mientras se peina el pelo con los dedos, hacia el lavabo. En mi opinion, todas las chicas de su edad deben enviadiarla. Es probablemente la chica mas guapa de su curso, segun sus compañeros.
  Yo tengo otra opinión acerca de ese tema. Nadie es mejor que otro. ¿Por qué iba alguien a ser superior? Todo el mundo tiene defectos, aunque esta sociedad acostumbra a verlos solo en la apariencia, y no en la personalidad. ¿Quién decide si eres guapo o no? ¿Por qué deberías gustarle a alguien dependiendo de la forma de la cara que tienes? No me gusta que me juzguen por eso. Yo elijo como quiero ser, como quiero pensar. Y no mi cuerpo.
  Cruzo el pasillo frustrada por esa idea. Odiosa sociedad... Abro la puerta de madera que separa el pasillo de la cocina tan enfrascada en mis pensamientos, que no me doy cuenta de que hay alguien al lado de mi madre. Le conozco. No estoy segura de qué, pero me pone los pelos de punta.
  Miro a mi madre. Solo la había visto así una vez: cuando murió mi abuela. Mi madre y yo estábamos en el sofá, viendo ''siempre a tu lado'', cuando sucedió. Fue hace cinco años. Nicky estaba durmiendo. Llamaron al teléfono de casa. Como mi madre y yo no nos queríamos perder la película mi padre fue a coger el teléfono. Le contaron lo ocurrido; la abuela había sufrido un ataque al corazón estando con mi tía. La llevaron al hospital, aunque allí no pudieron hacer nada para ayudarla. Mi padre se lo contó a mi madre lo mejor que pudo, pero tardó bastante en hacer que parara de llorar. No volvió a ser la misma hasta después de unos cuantos meses.
  La vuelvo a mirar detenidamente. Sus ojos azules han perdido parte de su brillo y su cara no expresa alegría, precisamente. Con una de las manos se apoya en la mesa del comedor, para no caerse, parece ser. Me da la sensación de que algo no va bien.
Me quedo de pié en medio de la cocina sin saber qué hacer. Nicky llega a mi lado cuando mi madre dice:
- Hijas, este es Ángel, el compañero de patrulla de vuestro padre- Claro, eso era. Quizá no le he reconocido porque no lleva uniforme. Ángel es el compañero de mi padre, y no ha llegado a caerme bien. Nunca me ha gustado que mi padre fuera policía. Después de tanta serie policíaca, se me ha metido en la cabeza que ser policía es peligroso. Le he pedido un par de veces que lo deje, pero se le ve muy entusiasmado con su trabajo.- Ha venido para comunicarnos que, hace unas horas estaban dando una vuelta por la ciudad, buscando posibles infracciones. Mientras paseaban, se oyó un fuerte estruendo. Dispararon a vuestro padre.- Mi madre baja la cabeza. No me da tiempo a asimilarlo. No me parece real. No puede ser. Veo como se le cae una lagrima a mi madre por la mejilla, hasta llegar a sus rosados labios. A mi hermana le pasa lo mismo. No se qué hacer.
- Está grave en el hospital.- continúa Ángel- Le dispararon en un costado. No sabemos la gravedad de la herida, aún. Los médicos nos lo informaran más adelante. Esperemos que todo salga bien. Necesitamos saber quién le disparó y porqué lo hizo. Os aconsejo que no vallais a visitarle todavía. Os mantendré avisados de cualquier novedad.
  Le da un fuerte y cálido abrazo a mi madre. Hace lo mismo con nosotras dos y al igual que vino, se vá.
  Mi madre y mi hermana se quedan quitas donde estaban. Solo yo reacciono:
-Seguro que no es nada.- Aunque no estoy totalmente segura de lo que acabo de decir. ¿Y si es muy grave? ¿Y si no sobrevive?. Me saco rápidamente esa idea de la cabeza. Mi padre es muy fuerte. No se da por vencido.
- Si, a papá nunca le pasa nada.- Se seca rápidamente las lagrimas. Mi hermana y mi madre son muy sensibles. En eso no se parecen en nada a mi. Son las típicas mujeres, por decirlo de algún modo, que lloran por cualquier película. Yo no soy así. Es que simplemente no me salen las lagrimas. Problemas míos. He intentado llorar con ellas en alguna película para no hacerlas sentir que son débiles, que lo son, pero soy incapaz de soltara una sola lágrima. Algún día pillare el truco, pero estoy segura de que no será pronto.
  Da un largo abrazo a mi madre. Se consolan mutuamente. Mi madre roza el castaño pelo de Nicky con los dedos, baja hasta su espalda, y una vez allí, mueve la palma de la mano en circulos, acariciandola. Siento un poco de envidia por ellas... Se parecen tanto... Yo, en cambio, me parezco mas a mi padre, en cuanto a la personalidad. Me acerco a ellas y me uno a su achuchón. Este tipo de cosas vienen verdaderamente bien en invierno, para entrar en calor.
  Nicky se separa la primera:
- Me voy a vestir, ahí fuera está todo nevado.
- Yo tambien. No me perdería por nada una buena gerra de nieve.
- Suena a desafio.
Le muestro una sonrisa burlona:
- Lo es.